La vida me concedió el privilegio de tener dos madres.
La primera mi madre de sangre a la cual le debo la vida y la persona que soy.
Y la segunda mi madre artística, aquella que con 13 años me acogió en su academia como músico y que me enseñó a amar el arte de la danza desde el prisma de la música.
Ella me inculcó los valores de la danza folklórica, de la Escuela Bolera y de sus lazos de sangre con el flamenco.
Ella me enseñó que para descubrir la raíz de las cosas, como Falla y otros tantos dejaron en sus escritos, había que «patearse» los pueblos y descubrir, grabar, preguntar desde lo autoctono y salvaguardar lo primitivo de la danza, de los cantes y de las melodías.
Cuantas cintas de casette y grabaciones indescriptibles me traspasó para que entre un grupo de personas descifraramos lo que quedaba de primitivo en pueblos de Cádiz y la Andalucía.
Cuantas horas de discusiones sobre qué valía y qué no para el folklore y la escuela Bolera. Donde estaba el límite entre la evolución y la innovación permitida o no en ese tipo de escuelas.
Cuantas charlas en pijama y camisón cuando creyendo que venías a echarnos la bronca, llamabas a la puerta para «ese buchito para la garganta antes de dormir»
Cuantas veces me contaste lo que lidiaste antes, durante y despues de la transición desde la sección femenina hasta los últimos grupos que comandaste. Cómo desde tu posición de mujer, la que hace decadas se encontraba en una situación de segundo plano, te codeaste y sentaste en la misma mesa de altos cargos y discusiones que casi te buscan más de un disgusto.
Cuantas veces en los años que tuvimos la suerte de compartir momentos, cuando por la inconciencia de la juventud me desperdigaba, sonaba el teléfono de casa de mis padres para echar la bronca y enderezarme.
Cuantos enlaces de bailes y cambios de tono cinco minutos antes de abrir cortinas me hiciste soportar!!
La vida y el tiempo, por desgracia, hizo que poco a poco nuestro contacto fuera cada vez menor, aunque fuera el poder cruzarnos por la calle, llegando a no estar más allá de saber de ti por terceros, hasta que desgraciadamente ayer, camino a Córdoba me llegó la triste noticia.
Ya por desgracia hoy te despedimos y no estarás fisicamente con nosotros. Pero siempre estarás en la vida de este pequeño músico.
Porque contigo nacieron mis primeras cervezas, mis primeros contratos de trabajo, mis primeros conocidos de juventud que algunos han llegado a ser grandes y buenos amigos y que hoy en el día a día, nos seguimos viendo y recordando las batallitas que junto a ti vivíamos viajando tantas horas de autobus.
Pero sobre todo, donde siempre estarás, es en mi amor por la Escuela Bolera, aquella que me llevó a estar en la situación que me encuentro hoy. Tocando y dando conciertos por supuesto. Pero enfrascado en papeles y partituras que ojalá algún día lleguen a ver la luz en una completa investigación.
Gracias Paca Briceño por darme la vida artística que tengo hasta el día de hoy. Gracias por ser una segunda madre para mi. Sin tí, mi musica no tendría sentido alguno.
Feliz Nueva Vida. Siempre en mi Corazón ♥️